viernes, 9 de diciembre de 2016

      Nuestros Roles.

Los primeros rayos de sol me despertaron. Todavía no había abierto los ojos cuando un raro olor me desveló, un olor familiar, de mi padre o de mi mejor amigo quizás. Un olor de  hombre. Me incorporé levantándome de la cama y estiré los brazos desperezándome cuando me quedé atónita. Mi cuerpo estaba cubierto de vellos largos y negros. Me llevé las manos a las piernas y levanté el pantalón de pijama de color azul para comprobar que también estaban igual. ¿Qué me había pasado? Era peluda como un hombre. Rápidamente me puse en pie con la intención de ir al baño a buscar una cuchilla y depilarme, cuando sentí una rara sensación. Corrí hacia el baño sin pensar mucho y me quité toda la ropa para seguir comprobando los cambios de mi cuerpo. La cabeza me daba vueltas, pensé que me desmayaría. Me agarré al lavabo para sostenerme y volví a mirar entre mis piernas. No me lo podía creer. Me llevé las manos a la cabeza y no había ni rastro de mi larga melena, en su lugar mi pelo estaba rapado. Levanté la mirada hacia el espejo y contemplé mi rostro de facciones  masculinas. Me palpé los lóbulos de las orejas en busca de mis pendientes y nada, tampoco había nada. En ese momento estuve a punto de caerme. Me senté en el suelo y cerré los ojos intentando procesarlo todo: Soy una mujer que desde esta mañana tengo cuerpo de hombre.
Después de pasar largo rato en shock salí del baño y volví a mi habitación. Me detuve en la puerta y la observé, no le presté atención antes. La pared ya no era rosa, ahora era azul al igual que la cortina. Seguí repasando la habitación con la mirada sin encontrar mi repisa con mis productos de maquillaje, cremas, mis zapatos de tacón... En su lugar había revistas de fútbol, un balón, una colección de maquetas de coches, una patineta... Abrí el armario intentando encontrar algo de ropa, pero era tan diferente a la mía que no tenía ni idea de que podía elegir. Si fuera un día normal me habría puesto la falda vaquera que tanto me gusta con la blusa que realza mi figura, bueno, la que era mi figura. Decidí coger lo primero que vi. Mirándolo por el lado positivo, ahora que era un hombre no tenía que arreglarme mucho.
Eran las 9 de la mañana. Por lo que estaba viendo, mi vida era completamente igual pero con otro cuerpo. A esa hora mis padres estarían trabajando y yo debería estar en el instituto, así que, cogí la que deduje que era mi maleta, muy diferente a la mía, y salí de casa.
 Bajando el último piso me encontré a mi vecina, iba con prisa como yo, le dediqué una sonrisa y salí del portal cuando atisbé su mal gesto. Algo le había molestado. Nunca he tenido confianza con ella, quizás debería haberla saludado más amablemente. Salió por detrás mía y siguió su camino sin mirarme. Seguí pensando parada en la puerta hasta que lo entendí. Ahora que era un hombre le tendría que haber cedido el paso antes que yo para salir. Siempre se espera ese tipo de cortesías por parte de un hombre.
Continué el camino pensando en la diferencia que suponía tener un sexo diferente. No sólo físico, los colores, ahora la mayoría de mis cosas eran azules, mis pertenencias, el olor del perfume, la forma de vestir... Antes nunca hubiera salido a la calle sin arreglarme y sin depilar. Pensándolo bien, las mujeres tenemos esa carga de mantener nuestra imagen atribuida por la sociedad, los hombres hoy en día empiezan a preocuparse más por su imagen pero la presión es mucho menor. Es algo que nadie cuestiona. Como las normas absurdas que tenemos de que el hombre tiene que dejarle paso a la mujer. Nunca me había parado a ver el contraste entre el papel que jugaba antes como mujer y el de los hombres. Detalles como lo sucedido en mi portal con mi vecina que no se aprecian. Seguí andando siendo ahora más consciente de las diferencias entre hombre y mujeres: en la terraza de la cafetería un hombre retirándole la silla a su acompañante, los pequeños comercios de alimentación repletos de amas de casa, grupos de amigas saliendo de tiendas de ropa cargadas de bolsas, dos mujeres comparando sus manicuras mientras que a su lado tres hombres con monos de trabajo pintan la fachada de la pared... Cada uno desempeñaba su función, así funciona nuestra sociedad, aunque a día de hoy hombres y mujeres estemos más igualados, nuestro papel sigue siendo totalmente distinto, sólo hay que salir a la calle a observarlo.
El día de instituto, como era de esperar, fue muy raro. Al parecer mi forma de andar y de cruzar las piernas al sentarme no eran las habituales de un chico y eso divirtió a mis compañeros durante todo el día, se rieron incluso de los gestos que hacía con las manos al hablar. Presencié la forma de hablar tan “protectora” que tenían algunos de ellos sobre sus parejas y la forma en la que estaban en grupo. Desde sus posturas hasta sus comentarios. Nada que ver a cómo yo acostumbraba a reunirme con mis amigas. El ochenta por ciento de lo que hablaban eran temas relacionados con fútbol. No entendía nada de lo que decían.
En los ratos libres los chicos jugamos a juegos deportivos mientras que las chicas se sentaron a charlar. Esto siempre me ha molestado mucho, que las chicas no tengamos nuestro sitio en juegos de este tipo, por lo que les propuse participar ante la mirada atónita de mis compañeros, ¿Tan sorprendente es que a alguna chica le apetezca jugar a algo que tenga que ver con actividad física? Pero más sorprendente me pareció que ninguna aceptara. Es decir, esto es así siempre y cada uno asume su papel.
Desde que descubrí el cambio que había sufrido por la mañana, intenté no perder la calma, me tomé el día casi como un análisis y ahora veía de forma exagerada estas diferencias. Antes veía estos comportamientos normales, incluso podía clasificarlos como más masculinos o menos femeninos y ahora me planteo ¿Quién nos atribuye el papel que tenemos que desempeñar según nuestro sexo? Desde la educación que recibimos en casa desde que nacemos hasta la publicidad que vemos a diario en medios de comunicación, nos marcan las normas apropiadas según nuestro género y nos inducen a normalizarlas, marcando así la diferencia entre hombres y mujeres.
      Sara Peinado Lores Bach.

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